MG ZR 2.0 D + 3p (100CV) · 101 CV (2001-2004)

2002
Gasóleo
FWD
Manual 5v
MG ZR - Vista 1
MG ZR - Vista 2
MG ZR - Vista 3
MG ZR - Vista 4

Especificaciones y análisis del MG ZR

Potencia

101CV

Par

240Nm

Consumo

5.2l/100

Emisiones

-g/km

0-100 km/h

10.4s

Vel. Máx.

183km/h

Peso

1230kg

Precio

17,450

Resumen técnico

Combustible

Gasóleo

Transmisión

Manual 5v

Tracción

FWD

Plazas

5 / 3 puertas

Maletero

304 L

Depósito

50 L

Potencia

74 kW

Estado

Actual

Especificaciones técnicas

Motor

Potencia máxima101 CV / 74 kW
Par máximo240 Nm
Tipo de combustibleGasóleo
TransmisiónManual 5v

Capacidades

Depósito50 L
Maletero304 L

Análisis detallado del MG ZR 2.0 D + 3p (100CV) · 101 CV (2001-2004)

Descripción general

El MG ZR 2.0 D de 2002 es un compacto que, a pesar de su motor diésel, buscaba ofrecer un toque deportivo y juvenil. Con 101 CV, se presentaba como una opción interesante para quienes buscaban un coche con carácter sin renunciar a la eficiencia del gasóleo. Su estética agresiva y su herencia británica lo diferenciaban en un mercado dominado por otras marcas.

Experiencia de conducción

Al volante, el MG ZR 2.0 D transmitía una sensación de agilidad y firmeza. La suspensión, más dura de lo habitual en su segmento, permitía un paso por curva rápido y preciso, aunque a costa de un confort algo sacrificado en carreteras irregulares. El motor diésel, con sus 101 CV y 240 Nm de par, ofrecía una respuesta contundente desde bajas revoluciones, haciendo que las aceleraciones fueran vivas para su época (10.4 segundos de 0 a 100 km/h). La dirección, directa y comunicativa, contribuía a una experiencia de conducción emocionante, invitando a disfrutar de cada trayecto. Era un coche que te hacía sentir conectado con la carretera, un verdadero 'hot hatch' diésel.

Diseño y estética

El diseño del MG ZR era inconfundiblemente deportivo y juvenil. Basado en el Rover 25, incorporaba elementos estéticos que le otorgaban una personalidad propia y agresiva. Destacaban sus paragolpes prominentes, las taloneras laterales, un alerón trasero que acentuaba su carácter dinámico y unas llantas de aleación de 16 pulgadas con neumáticos 205/50. El frontal, con sus faros afilados y la parrilla distintiva de MG, le confería una mirada desafiante. En el interior, los asientos deportivos y la instrumentación específica reforzaban esa atmósfera de coche de altas prestaciones, aunque los materiales no siempre estuvieran a la altura de sus aspiraciones.

Tecnología y características

En el apartado tecnológico, el MG ZR 2.0 D de 2002 ofrecía lo esperable para su segmento y época. Contaba con un motor diésel de inyección directa, turbo e intercooler, que optimizaba la entrega de potencia y el consumo. La transmisión manual de 5 velocidades era robusta y precisa. En cuanto a la seguridad, disponía de frenos de disco ventilados delante y discos detrás, un equipamiento adecuado para su rendimiento. Sin embargo, no destacaba por incorporar las últimas innovaciones en infoentretenimiento o asistentes a la conducción, centrándose más en la mecánica y la dinámica de conducción.

Competencia

En su momento, el MG ZR 2.0 D se enfrentaba a rivales como el SEAT Ibiza TDI, el Volkswagen Golf TDI o el Ford Focus TDCi. Estos competidores ofrecían una combinación similar de eficiencia diésel y un toque deportivo, aunque el MG ZR se distinguía por su estética más radical y su enfoque más purista en la conducción. Otros rivales podrían ser el Peugeot 206 HDI o el Renault Clio dCi, aunque el MG buscaba un nicho más específico de clientes que valoraban la deportividad por encima de todo.

Conclusión

El MG ZR 2.0 D de 2002 fue un coche con un encanto particular. Ofrecía una combinación poco común de motor diésel eficiente y un comportamiento dinámico muy divertido, todo ello envuelto en una carrocería con una estética inconfundiblemente deportiva. Era un coche para aquellos que buscaban sensaciones al volante y no querían pasar desapercibidos, aunque tuvieran que sacrificar algo de confort o la última tecnología. Un verdadero 'sleeper' diésel que, a pesar de sus limitaciones, dejaba una huella emocional en quien lo conducía.