Bentley Continental T · 426 CV (2002)

1998
Gasolina
RWD
Automático 4v
Bentley Continental - Vista 1
Bentley Continental - Vista 2
Bentley Continental - Vista 3
Bentley Continental - Vista 4

Especificaciones y análisis del Bentley Continental

Potencia

426CV

Par

875Nm

Consumo

18.7l/100

Emisiones

-g/km

0-100 km/h

5.9s

Vel. Máx.

270km/h

Peso

2525kg

Precio

356,633

Resumen técnico

Combustible

Gasolina

Transmisión

Automático 4v

Tracción

RWD

Plazas

4 / 2 puertas

Maletero

348 L

Depósito

100 L

Potencia

313.3 kW

Estado

Actual

Especificaciones técnicas

Motor

Potencia máxima426 CV / 313.3 kW
Par máximo875 Nm
Tipo de combustibleGasolina
TransmisiónAutomático 4v

Capacidades

Depósito100 L
Maletero348 L

Análisis detallado del Bentley Continental T · 426 CV (2002)

Descripción general

El Bentley Continental T de 2002 no es simplemente un coche, es una declaración de intenciones rodante. En una época donde el lujo y la potencia no pedían disculpas, este gran turismo se erigía como el máximo exponente de la opulencia británica. Su imponente presencia y un precio que superaba los 350.000 euros lo situaban en una estratosfera reservada para unos pocos elegidos, un sueño de artesanía y poderío mecánico.

Experiencia de conducción

Ponerse al volante del Continental T es ser transportado a otra dimensión del rendimiento. El corazón de la bestia, un V8 de 6.75 litros, no ruge, sino que emana un torrente de fuerza inagotable. Con 875 Nm de par disponibles casi al ralentí, cada insinuación sobre el acelerador se traduce en un empuje majestuoso y sobrecogedor, como una ola gigante que te impulsa hacia el horizonte. No es la agilidad de un deportivo, es la sensación de poder absoluto, de dominar la carretera desde un trono de cuero y madera, con el mundo difuminándose a tu alrededor en un silencio imperial.

Diseño y estética

Su diseño es una oda a la elegancia atemporal y a la fuerza bruta. Una silueta larguísima de más de 5.2 metros, con un capó interminable y una zaga musculosa, crea una estampa que impone respeto y admiración. Cada línea evoca la tradición de Bentley, desde la icónica parrilla cromada hasta las proporciones de un coupé que se siente tan sustancial como una escultura de bronce. El interior es un santuario, un espacio donde la madera más noble, el cuero más fino y el metal pulido a mano se combinan para crear una atmósfera de club inglés, un refugio del mundo exterior.

Tecnología y características

La tecnología del Continental T está al servicio de una única misión: ofrecer una experiencia de gran turismo superlativa. El protagonista es su motor V8 turboalimentado, una obra de ingeniería clásica que prioriza el par masivo sobre las altas revoluciones. El chasis, con suspensiones de paralelogramo deformable en ambos ejes, busca un equilibrio sublime entre el confort de una alfombra voladora y el control necesario para gestionar sus 2.5 toneladas de peso. Aunque carece de las ayudas electrónicas y la conectividad digital modernas, su sofisticación reside en la pureza mecánica y en la calidad de su construcción, pensada para durar y para emocionar.

Competencia

En el Olimpo automovilístico de principios de los 2000, pocos podían mirar de frente al Continental T. Sus rivales eran leyendas por derecho propio, como el Ferrari 456M GT, que ofrecía un alma más deportiva y un V12 italiano, o el Aston Martin Vanquish, otro icono británico que fusionaba elegancia y prestaciones. Quizás el Mercedes-Benz CL 600 se acercaba en concepto de lujo y potencia V12, pero carecía del aura artesanal y la exclusividad de un Bentley. La elección entre ellos no era una cuestión de cifras, sino de corazón y de la clase de declaración que uno deseaba hacer.

Conclusión

El Bentley Continental T es una magnífica pieza de historia del automóvil, un monumento a una era de exceso glorioso. Es la encarnación del gran turismo en su forma más pura: un vehículo capaz de cruzar continentes a velocidades de vértigo con un confort y una presencia inigualables. Su desmesurado consumo y su enfoque analógico pueden parecer anacrónicos, pero su carácter es eterno. Conducirlo es conectar con una sensación de poderío y exclusividad que el mundo moderno ha olvidado, una joya atemporal cuyo valor emocional no hace más que crecer.